Y nuestro río respira de nuevo Y nuestro río respira de nuevo

Y nuestro río respira de nuevo


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Nuestro río respira de nuevo…

Reseña para entender el aporte del saneamiento a nuestra arteria vital: el río Aburrá Medellín

 

El agua ha sido protagonista en la historia de Medellín. Identificamos su río pero también, en muchos momentos, lo hemos olvidado. En este momento, al preparase la ciudad como epicentro en el mundo de la “cuarta revolución”, vemos que su verdadero desarrollo empezó a inicios del siglo XX, cuando un grupo de visionarios coincidió en que era necesario contar con un sistema de acueducto y alcantarillado que aportara en forma decidida al desarrollo y, en especial, al mejoramiento de la salud pública.

El alcantarillado era un “lujo” para pocos. Era una ciudad déspota con el río y su relación se reducía a considerarlo depósito de todo lo que no servía o estorbaba. Sus habitantes dieron la espalda a este gigante de 100 kilómetros que tiene su origen muy arriba, en el Alto de San Miguel, municipio de Caldas.

Pensar la ciudad:

Gracias a la planificación urbana fue posible volver de nuevo la mirada  hacia el río Aburrá Medellín. Así empezamos, como ciudad, a entender que este cuerpo de agua era el eje articulador del Valle de Aburrá. 

Hace 60 años se tomaron decisiones de ciudad bastante relevantes para lo que hoy tenemos.   Desde el año 1955 se concibió una visión de largo plazo para el saneamiento del río Entre 1986 y 2006 se implementó el programa de saneamiento del río Medellín y sus quebradas afluentes y se adelantaron las obras de modernización de las redes de alcantarillado, la construcción de los colectores Norte y Centro, la reposición del interceptor Sur-Centro y el saneamiento de las cuencas del Sur del Valle de Aburrá, además de la intervención de las quebradas como La Justa, La Estrella, Doña María, La Doctora, La Jabalcona, La Heliodora, La Honda, La Sebastiana y La Llorona, entre otras.

En el año 2000 entró en operación la planta de tratamiento secundario de aguas residuales de San Fernando, en el municipio de Itagüí, todo un hito que impulsó el desarrollo del área metropolitana a lado y lado del río.

El más reciente capítulo de esta historia es del 4 de junio de este año con la inauguración de la planta Aguas Claras EPM, que recolecta aproximadamente el 84% de las aguas residuales y evita que más de 140 toneladas diarias de materia orgánica se descarguen al río Medellín.

 Tener hoy una de las plantas más modernas de Latinoamérica nos moviliza como ciudadanos a incorporar hábitos de uso y consumo más responsables, disponer los residuos de manera adecuada, separar en la fuente, minimizar el uso de ciertos productos por ser altamente contaminantes de las fuentes hídricas y no arrojar elementos como aceites, disolventes, pinturas, y otros al sistema de alcantarillado.  Los proyectos de infraestructura son necesarios, pero igual importancia tienen las actitudes de la gente para que todo funcione y cumpla su papel en el ciclo del saneamiento.

Aguas Claras está conformada por cinco componentes:

1. Interceptor Norte del río Medellín: comprendió el diseño y la construcción de tubería de gran diámetro (2,2 metros y 2,4 metros) para recolectar y transportar las aguas residuales hasta Aguas Claras.

2. Planta de tratamiento: su capacidad de tratamiento promedio es de 5,0 metros cúbicos por segundo. A ella llegan las aguas residuales provenientes de los municipios de Medellín y Bello, de una población aproximada de 2.200.000 habitantes.

3. Ramales colectores: se trata de la conexión de los colectores del sector comprendido entre Moravia-Caribe en Medellín y Niquía en Bello, al Interceptor Norte del río Medellín.

4. Secado térmico de biosólidos: este proceso se realiza por medio de un sistema de cogeneración, con el cual se retira la humedad de aproximadamente 400 toneladas diarias de biosólidos provenientes de las plantas San Fernando y Aguas Claras, los cuales llegan con una humedad promedio del 71%.

5. Unidad de Vida Articulada, UVA Aguas Claras: cuenta con cerca de cuatro hectáreas abiertas para el aprendizaje y la recreación de la ciudadanía. Se trata de un espacio lúdico, educativo y abierto a la comunidad, que invita a las personas a volver su mirada al río como articulador del territorio.